En el segundo ciclo sobre películas prohibidas que pudimos hacer vimos “Calígula“, una cinta de orgías romanas realizada por un director Italiano, Tinto Brass. A más de uno nos puso a tono. Había una versión antigua, de 1979, pero en 1984 sacaron una versión sin censura, muy fuerte. Era mi primera película “X”, que era todavía más fuerte que “S“, aquella “S” que veía en los cines de Bilbao y que tanto me atraía, al fin iba a ver una de esas ¡Qué transgresión!
A pesar de la carnaza, grandes actores participaban: Malcolm McDowell, Peter O’Toole, John Gielgud y Helen Mirren. El guión original fue escrito por el famoso y reconocido autor estadounidense Gore Vidal, que pretendía mostrar la realidad excéntrica y excesiva del emperador romano con tratamiento histórico a la par que veracidad visual. La libertad sexual, la promiscuidad y la impudicia del controvertido Calígula eran escandalosamente novedosas, y tan viejas como el mundo. Había homosexualidad, lluvia dorada, zoofilia, sadomasoquismo, una locura pervertida y explícita que nos dejó los ojos muy abiertos, entre la excitación y la sorpresa, la barbaridad y el placer. Era lo más porno que habíamos visto hasta entonces y teníamos sensación de haber franqueado una barrera prohibida, un paso hacia delante sin retorno en el mundo adulto.
Sin embargo seguíamos siendo inocentes. Yo prefería mucho más seguir viendo estas películas con mis amigos que aceptar otras invitaciones a casa de mis compañeros de clase a ver películas directamente porno. Y eso que insistían, pero nunca quise ir. Al día siguiente contaban sus hazañas y todos nos reíamos. Uno de ellos tenía un padre invidente, y era precisamente en esa casa donde veían las películas. Se sentaban en el sofá y ponían una toalla cubriendo las entrepiernas y por encima una manta, y así se masturbaban, en grupo ante la tele con cierta discreción. Pues bien, un día llegó su padre prematuramente de trabajar, era ciego y vendía cupones, y los pilló en plena faena. – ¿Qué hacéis? – Hola papá, pues nada, viendo una película. – No, no os molestéis, ¡seguid viéndola! Por mí no apagues la televisión – decía el padre mientras caminaba hacia su sofá, y tocaba la manta – Oye, y ¿por qué tenéis una manta? – Es que hace frío – ¿Frío? ¡si estamos en un Mayo esplendoroso! – Es que venimos de jugar al fútbol y sudar mucho – ¡Ah! Será por eso – Y el padre iba y venía – En la película suenan gemidos – ¿Qué carajo de película es ésta que estáis viendo? – Es una de guerra, es que están torturando a la chica – Pues le duele bien – Y todos se ríen a carcajadas – hasta que el padre se da cuenta y les grita – ¡Panda de guarros! a hacer esto en vuestra casa, ¡Tinín qué poca vergüenza tienes! Se llamaba Tinín el compañero.