Category Archives: Beca

El sentido de la vida

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La vida no tiene sentido

Los Monty Python eran un boom en el imperio de Isabel, y como obtuve tres becas en respectivos años consecutivos, también me correspondió ver allí  “El sentido de la vida“, la clave filosófica del grupo humorístico. Para empezar me sorprendía sobremanera la canción: “Cada esperma es sagrado“, porque justo estaba aprendiendo yo en esos tiempos los asuntos del esperma. – Qúe atrevidos estos Monty Python – decía yo con mi pendiente dorado adherido en el lóbulo izquierdo del pabellón auricular. Un coro de decenas de hijos católicos cantaba candorosamente: “Si el esperma se desperdicia, Dios se enfada mucho”, justo antes de ser todos vendidos para experimentos médicos.

O la deliciosa canción que se le ocurrió al autor en un viaje por el Caribe: “Es maravilloso tener pene“. La peli acaba con la entrega de un sobre dorado que le dan a la presentadora en el que se descifra el auténtico Sentido de la vida: “Intenten ser amables, no coman grasas, intenten leer un libro de vez en cuando, den algunos paseos y vivan en paz y armonía con la gente de todos los credos y naciones”, para luego decir que va a ofrecer imágenes de penes por molestar.

Con la ayuda de  la irreverencia de Monty Python me fui borrando del catolicismo definitivamente, que ya apuntaba de antes, pese a los intentos de mi confesor, el pobre padre Don Angel, que vete a saber dónde andará el hombre. Y es que los blasfemos Monty Python son el Diablo. De todas formas, como buen ovetense, seguí yendo a misa algunos domingos por unos años, por hábito yo creo, o por inercia, o para evitar comentarios familiares, ya no me acuerdo. Era conveniente.

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Un curso de inglés

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La bella Bournemouth

Ya he dejado dicho por algún lado que mi padre trabajaba en un Banco. Ese era el nido del Reverso Tenebroso, el origen del lado oscuro en mi casa, y también en la casa de Jorge, porque su padre trabajaba en el mismo Banco, pero no era amigo de mi padre. Mi padre tenía muy pocos amigos he de añadir. Pues bien, un día a ese Banco le dio por promocionar cursos de Inglés en Inglaterra, en un instituto de postín en una ciudad tranquila del sur del país llamada Bournemouth. Como parte de la promoción se otorgaban becas a los hijos de los empleados con mejores notas, y mi padre me presentó, porque yo era un empollón. En realidad no estudiaba gran cosa, pero tenía unas notas excelentes. En el fondo no sabía bien qué se cocía y no me preocupé, pero me dieron una plaza de reserva, es decir, que si fallaba el que ganó la beca iría yo. Estupendo, mejor, yo era aún demasiado niño para irme a Inglaterra con una panda de pijos. Y de repente el becario sufrió una crisis epiléptica y falló y en dos días me tuve que preparar corriendo para marcharme un mes a Bournemouth. Música de Indiana Jones y a todo correr por la ciudad, Simago, Galerías Preciados, Almacenes Arias, supermercados varios para comprar ropa y enseres de viaje. Nos costó un triunfo conseguir el pasaporte a tiempo, porque por supuesto en mi casa ni se les había ocurrido sacarlo pese a ser reserva número 1, pero lo consiguieron y casi sin darme cuenta me vi en un autobús, con doce años pero tirando a infantil mucho más que a adolescente, con cara de susto entre muchos otros niños bien de colegios caros, los que pagaban el curso y no iban de gratis como yo, que tenían zapatos deportivos de marca y vestían de calidad mientras que yo no tenía nada de ropa a la moda, ¡¡nada!! y desencajaba completamente. Mi madre pensaba que con el albornoz que me había comprado en “Almacenes Galán” daba el pego social, pero la verdad es que no llegué a ponérmelo nunca por vergüenza, porque era morado con letras doradas.

Yo no sé mi madre qué idea tenía con el albornoz
Yo no sé mi madre qué idea tenía con el albornoz