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Supermán

Supermán
El hombre que vuela

Entonces estrenaron Supermán. Esta vez no hubo discusión alguna, todos queríamos ver al héroe de acero que conocíamos en profundidad a través de cuentos y cómics que había en casa. Y allí acudimos, el mismísimo sábado del estreno, seres inocentes e ilusionados, a comprar las entradas, cual domingueros. La aglomeración en la taquilla era, cuando menos, desalentadora. Una barbaridad. Era como una manifestación, que en aquella época había bastantes, de tantísima gente que hasta daba la vuelta a la esquina. Nos acercamos a la cabeza de la cola y allí existía el caos absoluto, ni orden ni concierto. Mi madre dijo que nos íbamos, y yo me negué, tenía miedo de que me pasara como en “La guerra de las Galaxias”, que me la perdí, y le supliqué que me dejase intentarlo. Me dio un billete  de mil pesetas y me metí entre el barullo. Como era pequeñito conseguí penetrar hasta la mismísima taquilla en donde una señora que se quejaba de los empujones pidió a gritos que por favor, tuviesen piedad y dejasen a este pobre chiquillo rubiales que lo iban a asfixiar, y me acercó a la taquilla y compré las entradas, éxito total, nos colamos con todo el morro, mi madre super-orgullosa: – ¡Qué chorizo es mi niño!

Y una vez dentro a disfrutar: luces fuera y la música de Supermán, fantástica la sinfonía de John Williams a todo volumen, increíble, insuperable, ya sólo con los créditos te metes dentro hasta el cuello. Y después el niño que se escapa de un planeta, su planeta, que estalla y como lo recogen esos granjeros. Y luego ya de mayor trabaja en un periódico y se enamora de Lois Lane, que para mí que no se lo merecía, porque era un poco engreída la tía, pero da igual. Y el malvado Lex Luthor con sus estúpidos secuaces a punto de conquistar el mundo, pero no, porque Supermán lo evita. La escena cuando se pone como raíl para salvar un tren se quedó impregnada en mi memoria, pero lo que más me impresionó es cuando Lois Lane muere y Supermán gira el mundo hacia el lado contrario para volver al pasado y así tener tiempo para salvarla. Espectacular. Yo suponía que agarraría el mundo por el Everest para girarlo, o ¿por dónde lo cogería? A veces tenía unos pensamientos un poco estúpidos como se puede observar, pero era eso lo que discutía con mis amigos y las discusiones se podían llegar a convertir en asuntos muy serios.

He vuelto a ver Supermán con el paso de los años, en el cine Urgell de Barcelona, con la sala casi vacía, y juro que sentí la misma vibración que entonces; Ya sólo con la música quedo sumergido a fondo en la película y la disfruto igual que la disfruté en el año 78. Pocas películas pueden hacer eso. El poder del cine.